Por decreto presidencial, el 7 de julio de 1963 comenzó a conmemorarse el Día Nacional de la Conservación del Suelo, a modo de homenaje a Hugh Hammond Bennett, pionero norteamericano del estudio de los suelos y de su estrecho vínculo con el medioambiente y con la economía mundial. Esta fecha nos invita a reflexionar acerca del rol vital que cumple este recurso natural para toda la humanidad.
En la superficie y en la profundidad de nuestros suelos -compuestos de agua, aire, minerales, materia orgánica y otros organismos- se encuentra la llave para garantizar la seguridad alimentaria de una población mundial en constante aumento. Según datos de la FAO, se calcula que cerca del 95% de la producción de alimentos proviene de forma directa o indirecta de los suelos.
Si queremos alcanzar la ambiciosa meta de hambre cero, sin dudas debemos destinar nuestros mayores esfuerzos a combatir la erosión y la contaminación de los suelos que, además de provocar desórdenes en el medioambiente, tienen un impacto directo en la economía, ya que genera menores rendimientos agrícolas y cultivos de inferior calidad.
A lo largo de los años, el estrecho vínculo entre los suelos y la agricultura ha llevado a productores, organizaciones y gobiernos a adoptar y difundir las Buenas Prácticas Agrícolas, aliadas de la eficiencia y de la buena salud de los suelos. La rotación de cultivos, la reposición de nutrientes y la siembra directa contribuyen a mantener una buena arquitectura de los suelos, con sus elementos y componentes en sano equilibrio.
Otra BPA significativa es el control biológico, método que utiliza organismos vivos para controlar poblaciones de otros organismos peligrosos. Los suelos contienen organismos variados que pueden causar enfermedades a plantas y animales: microorganismos (hongos, bacterias), insectos (pulgones, hormigas) y animales (caracoles, babosas) son algunos los más comunes. Los fitopatógenos -hongos, moluscos o virus, entre otros- son especialmente dañinos con la estructura de los suelos debido a su acción nociva contra plantas y raíces.
El control biológico actúa como antídoto ante estas amenazas valiéndose de las relaciones que se dan ente los integrantes y componentes de un mismo ecosistema. Si bien en muchos casos este control se da de forma natural, la intervención científica del hombre puede ayudar a establecer procesos más precisos y eficientes.
¿Cuáles son las mayores ventajas para los suelos de poner en práctica el control biológico? Uno de sus beneficios es que los organismos utilizados para combatir enfermedades, plagas y malezas normalmente no actúan de forma colateral contra otros organismos, humanos incluidos. Además, evita la aparición de plagas secundarias o su resurgimiento, y tiene un impacto positivo en el medioambiente: en algunos casos puede tener el mismo rendimiento que insecticidas de origen químico a un costo menor.
En un mundo cada vez más necesitado de políticas sustentables, todas las prácticas y herramientas disponibles para contrarrestar la contaminación y cuidar la salud de los suelos son valiosos. Practicar una Agricultura Moderna, responsable y eficiente es prioridad para seguir cuidando los recursos naturales que heredarán las futuras generaciones.